Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Más información

Testimonio Vanesa Gómez | 23 años

Aún me acuerdo de los nervios antes del viaje, de querer imaginarme como iba a ser todo, de las veces que me han dicho ¿Rumanía?, pero si es un país pobre con muchos gitanos. Para simplificar el mundo que nos rodea, nos hacemos unas ideas en base a lo que vemos en las noticias, y  muchas veces abundan las malas noticias sobre los rumanos.

Ahora les puedo contar que viajar es un bálsamo contra los prejuicios y la intolerancia. En Rumanía hay gente trabajadora y muy amable que me han ayudado siempre que lo he necesitado.

Les podré decir que lo extraordinario se esconde detrás de pequeños gestos. Conocer a niños con distintas discapacidades, ver como se les alegra la cara cuando les visitamos, bailar una coreografía con las chicas de la prisión... Momentos que aunque parezcan muy simples quedan grabados en sus mentes y en las nuestras.

El voluntariado es aprender a mirar desde otras perspectivas, convivir con gente muy diferente de otras culturas. Me impactaron las costumbres turcas y su religión islámica. Un momento que siempre recordaré es cuándo expliqué sentimientos más profundos en inglés y una voluntaria de Jordania se sintió muy identificada conmigo ya que pasamos por situaciones parecidas.

Atrapa cada instante y hazlo un recuerdo. Así decidimos apuntarnos a clases de bachata y salsa con otros compañeros rumanos y, aunque el idioma a priori es un obstáculo, con una sonrisa y desparpajo te hacías entender. Un hombre siempre nos saludaba con un "hola, buenas tardes", daba igual la hora que fuera.

Algunas veces viajamos haciendo autostop, lo que nos permitió conocer gente adorable, como el día que llovía a cántaros y después de casi una hora esperando, un señor mayor nos paró, y aunque al principio quedamos en que nos llevaría a una ciudad cercana, finalmente nos llevo a pocos kilómetros de Craiova, donde residíamos. Después, él tenía que volverse a la ciudad donde nos había cogido. Nos llamaban valientes y sí lo fuimos, pero de todos esos momentos nos llevamos su aprendizaje y una buena dosis de risas.

Mi consejo: "Hazlo, déjate llevar, abre tu mente y comparte eso que te hace especial". Jamás se regresa intacto de un viaje así, y que bien, porque ahora soy más yo, con una mochila cargada de metas y herramientas para hacer frente a lo que viene.

Vanesa Gómez