Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrarle publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si continua navegando, consideramos que acepta su uso. Más información

Testimonio Ana María Caviedes | 22 años

Julio de 2017. Fecha que marcó el fin de una etapa muy importante en mi vida, la consecución de mi ansiado título universitario. La obtención de uno de mis sueños: adentrarme en el maravilloso mundo de la educación de los más pequeños. Este hecho conllevó mucha alegría y celebración, las cuales poco a poco dieron paso a una nueva preocupación: ¿qué hago ahora? ¿Cuál será el siguiente paso que quiero dar? Las ideas revoloteaban por mi cabeza, hasta que, casi por casualidad, me enteré de la existencia del Servicio de Voluntariado Europeo, dado que una amiga emprendía su rumbo hacia un nuevo destino. En un instante me di cuenta, ese debía ser mi siguiente paso pues, tal y como dijo Cotton Dana una vez, “quien se atreve a enseñar, nunca debe dejar de aprender”. Esta era la oportunidad ideal para adquirir nuevos conocimientos, pero de aquellos que no se aprenden en los libros, sino a través de nuevas experiencias que te ponen a prueba a ti mismo.

Agosto de 2017. Tras una larga y exhaustiva búsqueda de proyectos recibí un correo que marcaría el principio de una nueva etapa: ¡había sido seleccionada para un voluntariado! No podía creérmelo, mi nuevo camino iba poco a poco abriéndose paso.

Esta nueva aventura comenzará el 18 de Septiembre, día que ponga rumbo hacia Marsella, Francia. Este proyecto, si bien está relacionado con mi profesión, la educación, supone una salida de mi zona de confort tremenda: atrás dejo la Educación Infantil, ahora doy la bienvenida a la Educación Secundaria. Actividades lingüísticas y culturales, excursiones, apoyo a estudiantes y profesores… esas serán mis nuevas funciones, con las cuales no puedo estar más entusiasmada.

A escasos 20 días de mi partida puedo afirmar que estoy muy ilusionada con esta nueva etapa que voy a emprender, aunque también nerviosa, dados los cambios con los que me voy a encontrar: nuevas personas, nueva cultura, nueva ciudad, nuevo idioma… Soy consciente de que será una experiencia que va a tener muchas dificultades, pero también sé que marcará el resto de mi vida. Por todo esto, y mucho más, no puedo esperar a que llegue el día que cojo el avión a este nuevo destino: la encantadora ciudad de MARSELLA.

Ana María Caviedes